lunes, 26 de enero de 2009

Con la E: Égloga



Antes que nada, advierto a los aguerridos internautas que consulten este artículo, que me ha quedado un poco largo. A veces me entusiasmo con un tema y no sé dónde cortar... Espero sea lo suficientemente "ameno" como para llevaros hasta el final. Porque de amoenus va el asunto...

La Égloga es uno de los principales subgéneros de la lírica (género literario en el que predomina la expresión subjetiva de emociones). La Égloga describe la belleza del campo y expresa sentimientos amorosos puestos en boca de pastores. En ella hallamos el tópico clásico revisitado del locus amoenus ("lugar placentero"), descripción idealizada de la naturaleza, con elementos naturales que se repiten (prado, sombra, aves cantoras, arroyo cristalino...) y que tienen el objetivo de crear el ambiente perfecto, idílico, el bíblico Edén.

La presencia de este lugar común se mantiene a lo largo de la historia de la literatura occidental. En el 37 a.C. el poeta Virgilio escribe las Églogas o Bucólicas exaltando la vida pastoril, a imitación de Teócrito en su obra Idilios. Bocaccio sitúa a los narradores de su Decamerón en un paraíso similar...


Pero la Égloga es, sobre todo, un subgénero del Renacimiento. En este movimiento cultural, que se desarrolla durante el siglo XIV en Italia y en el XVI en España, resurge la cultura clásica ("Renacimiento", de renacer, "volver a nacer"), olvidada durante la Edad Media. Por ello se rescatan y difunden los temas y tópicos grecolatinos, que se toman como modelos.

El espíritu humanista europeo de esta época se basa en una nueva concepción del mundo, cuyos rasgos distintivos son la concepción de este como un lugar bello y placentero, digno de ser disfrutado en plenitud, donde el hombre es el centro y medida (antropocentrismo) y se halla en perfecta armonía con la naturaleza. Así que, ya tenemos los ingredientes básicos de una Égloga: sentimientos + naturaleza (el locus amoenus).
















Coloquio pastoril (Museo del Prado)
David Teniers, "El Joven"

(Amberes, 1610-Bruselas, 1690)

A estos temas se suman las formas métricas que, por influencia italiana, llegan a nuestra poesía: principalmente versos heptasílabos (7 sílabas) y endecasílabos (11 sílabas), y estrofas como los cuartetos y tercetos, además de composiciones como la lira o el soneto.


El principal adaptador de los temas clásicos y de la métrica italiana a la lengua castellana fue Garcilaso de la Vega. Su biografía es realmente novelesca, dada su doble condición de soldado y hombre de letras (el prototipo de perfecto cortesano renacentista). De ella, lo más interesante para el tema que nos ocupa es que, tras casarse con Elena de Zúñiga, se enamoró platónicamente de otra mujer, Isabel Freire, una dama portuguesa que se convertiría en su musa y a la que dedicaría su poesía amorosa. Nunca fue correspondido.

Así pues, cuando en la Égloga I el pastor Salicio se queja de la indiferencia de su amada Galatea, y cuando Nemoroso evoca su amor a Elisa y expresa el dolor por su pérdida, hallamos al propio Garcilaso revelándonos su desengaño amoroso y el dolor ante la muerte de Isabel (simbolizada en Galatea y Elisa):


SALICIO

[...]

Con mi llorar las piedras enternecen
su natural dureza y la quebrantan;
los árboles parece que s’inclinan;
las aves que m’escuchan, cuando cantan,
con diferente voz se condolecen
y mi morir cantando m’adevinan;
las fieras que reclinan
su cuerpo fatigado
dejan el sosegado
sueño por escuchar mi llanto triste:
tú sola contra mí t’endureciste,
los ojos aun siquiera no volviendo
a los que tú hiciste
salir, sin duelo, lágrimas corriendo.

[...]

NEMOROSO

Corrientes aguas puras, cristalinas,
árboles que os estáis mirando en ellas,
verde prado de fresca sombra lleno,
aves que aquí sembráis vuestras querellas,
hiedra que por los árboles caminas,
torciendo el paso por su verde seno:
yo me vi tan ajeno
del grave mal que siento
que de puro contento
con vuestra soledad me recreaba,
donde con dulce sueño reposaba,
o con el pensamiento discurría
por donde no hallaba
sino memorias llenas d’alegría;


y en este mismo valle, donde agora
me entristezco y me canso en el reposo,
estuve ya contento y descansado.
¡ Oh bien caduco, vano y presuroso!
Acuérdome, durmiendo aquí algún hora,
que, despertando,
a Elisa vi a mi lado.
¡Oh miserable hado!
¡Oh tela delicada,
antes de tiempo dada
a los agudos filos de la muerte!
Más convenible fuera aquesta suerte
a los cansados años de mi vida,
que’s más que’l hierro fuerte,
pues no la ha quebrantado tu partida.

[...]

Como premio a l@s que habéis llegado hasta aquí, os regalo un "locus amoenus" con un poco de música de un compositor inglés (John Dowland) que nació sólo unos años después de la muerte de Garcilaso, y que trata un tema similar al de los versos anteriores. La pieza se titula "Flow My Tears" y está interpretada con instrumentos de la época. Disfrutadlo sin prisas.




LACHRIMAE ANTIQUAE, John DOWLAND (1563-1626).
Música interpretada por HESPÉRION XX (Jordi Savall, Christophe Coin, Sergi Casademunt, Lorenz Duftchmid, Paolo Pandolfo, José Miguel Moreno) Grabación de 1987.

miércoles, 7 de enero de 2009

Con la D: Diptongo *

Os presento a un clásico en las clases de Lengua: el Diptongo
(y, de paso, a sus compañeros de viaje, el triptongo y el hiato).
Cuando dos vocales están en una misma sílaba, decimos que forman un diptongo. Cuando tres vocales se pronuncian en una misma sílaba, decimos que forman un triptongo. Muchas palabras llevan dos vocales contiguas que pertenecen a sílabas distintas y, por tanto, no forman diptongo, sino que constituyen un hiato. A efectos ortográficos, las combinaciones de dos vocales cerradas distintas (iu, ui) o de una vocal abierta con una cerrada átona (ai, au, ei, eu, oi, ou, ia, ie, io, ua, ue, uo) se consideran siempre diptongos.

Veamos ahora sus normas de acentuación.

Los diptongos y los triptongos

  • Las palabras con diptongo o triptongo siguen las reglas generales de acentuación (agudas, llanas, esdrújulas). La tilde, en caso de que deba llevarla, se coloca sobre la vocal abierta del diptongo o triptongo (a, e, o) o sobre la segunda vocal si las dos vocales del diptongo son cerradas (i, u): amáis, autor, canción, asteroide, deuda, después, cuota, murciélago, lingüística, interviú, estudiéis, averiguáis...
  • Los diptongos o triptongos acabados en y no llevan tilde: guirigay, Uruguay...
  • La h intercalada entre dos vocales no influye en su pronunciación como diptongo o hiato y, por tanto, no afecta a su acentuación: prohi-bir (diptongo), pro-hí-bo (hiato).
Los hiatos
  • Los hiatos formados por una vocal abierta átona (a, e, o) y una vocal cerrada tónica (i, u) llevan tilde siempre: caí, tahúr, ataúd, reímos, reúno, oí, sabía, atenúan, sonríen...

  • El resto de combinaciones entre vocales (dos vocales abiertas distintas: caótico, leamos, loable, toalla...; dos vocales iguales: zoólogo, leemos, chiita...) siguen las normas generales de acentuación.
  • En cambio, se suprime la tilde si las dos vocales que se juntan son ui: jesuita, destruir, fortuito... Esta regla no se cumple con las formas huí, huís, huía y huían del verbo huir.


¿Dió o dio?*


(*) Esta entrada es anterior a la REFORMA de la Ortografía de la Lengua Española de 2010.
Ved aquí las novedades sobre esta cuestión: 
             Eliminación de la tilde


Según las normas académicas (RAE), la combinación de una vocal cerrada seguida de una vocal abierta tónica que se da en palabras como guion, fie, Sion y otras similares puede interpretarse como diptongo o como hiato. En consecuencia, estas palabras pueden escribirse sin tilde (como monosílabas) o con tilde (como bisílabas):


crié - crie
crió -crio
fié - fie
fió - fio
frió - frio
guié -guie
guió -guio
guión -guion
ión -ion
lié -lie
lió -lio
pié -pie
pió -pio
rió -rio
Sión -Sion
truhán -truhan

La Academia también da la posibilidad de poner o no la tilde en las palabras que contengan un triptongo, tres vocales seguidas. Estas también se pueden considerar como un hiato más un diptongo. Eso ocurre especialmente al conjugar la segunda persona del plural en presente de indicativo en ciertos verbos:

criáis - criais
criéis - crieis
fiáis - fiais
friáis - friais
guiáis - guiais
guiéis - guieis
liáis - liais
liéis - lieis
piáis - piais
riáis - riais
Espero que saquéis el máximo rendimiento a estas normas mínimas, para que las tildes aterricen fácilmente en la vocal que les corresponda.
Y no os fiéis demasiado de los correctores automáticos: frecuentemente hay que ayudarles a decidir cuál es la opción correcta.


Algo más
A instancias de un buen amigo, añado aquí unas aclaraciones sobre el grado superlativo de algunos adjetivos.
Pensaréis: "Y ¿qué tiene que ver esto con la letra D?". En principio, nada. Pero resulta que, ordenando mis apuntes, descubro que las dudas que nos planteábamos se refieren a palabras que mantienen una forma culta y otra popular o coloquial, donde alternan muchos de los Dúos de vocales que llamamos diptongos.
El superlativo nos permite expresar una cualidad del adjetivo que se posee en grado máximo. Para ello usamos la forma analítica (muy + adjetivo positivo: muy contento/a) o la sintética, mediante el sufijo -ísimo/a (o -bilísimo/a) (contentísimo/a, amabilísimo/a) o la forma culta -érrimo/a (celebérrimo).

Diversos superlativos en -ísimo/a mantienen doble forma:


amigo>amicísimo/amiguísimo
bueno>bonísimo/buenísimo
cierto>certísimo/ciertísimo
diestro>destrísimo/diestrísimo
fuerte>fortísimo/fuertísimo
reciente>recentísmo/recientísmo
simple>simplicísimo/simplísimo...

En las parejas anteriores donde alternan una vocal y un diptongo (o>ue, e>ie, e>ue), es preferible elegir la forma con una sola vocal (más simple y cercana a la forma latina) para un registro formal y culto, y dejar la variante diptongada (más moderna) únicamente para el registro coloquial.

También podemos optar, en algunos adjetivos especiales, por formas cultas latinas de grado superlativo: óptimo (por muy bueno, bonísimo o buenísimo), pésimo (ídem. de malo), ínfimo (de inferior), etc.

Y, en todos los casos, intentemos dejar descansar al prefijo super- que, aunque correcto, lamentablemente, ha acabado utilizándose en todos los casos (supercontento, superbueno, supertímido...), con el consiguiente empobrecimiento de nuestro vocabulario.


(NOTA AL PIE: Que me disculpen D'Anunzio, Dante, Darío, Delibes, Diego, Dinesen, Dostoiesvski, Durás y otras almas literarias que residen en este apartado de mi diccionario, por no haberlos escogido para este artículo...
Ya encontraré una nueva ocasión.)

Chsss... La Ch

Tras editar la letra D, vuelvo sobre mis pasos para hacer hueco a la primera letra proscrita de los diccionarios modernos: la "Ch". Así que en unos días me tomaré la licencia de manipular el orden cronológico de esta entrada y preservar así su lugar dentro del abecedario.


Justificación


Como ya expliqué en el primer artículo (Con la A: Alumbramiento), y dejando polémicas aparte, la letra "Ch" no se utiliza ya en el proceso de ordenación alfabética de las palabras -no la hallaréis en la autonumeración de viñetas de Word, por ejemplo: a), b), c), d) e)...-, y por ello las palabras con esta inicial se incluyen dentro del capítulo de la "C" (entre ce- y ci-). Sin embargo, como heredera de la letra "ji" del alfabeto griego -su sonido no existía en latín-, y como cuarta letra del abecedario castellano que es, bien merece en este blog una entrada.


Fonética


El fonema (conjunto de rasgos pertinentes de un sonido que lo diferencian de otro en una lengua) al que representa la letra Ch- es muy peculiar: /t∫/ palatal en su punto de articulación, africada en el modo y sorda porque no vibran las cuerdas vocales (siempre según la fonética normativa del español peninsular). Esto significa que, independientemente de las peculiaridades de cada hablante, al pronunciar este fonema, el aire escapa de golpe por un estrecho canal en el interior de la cavidad bucal, después de que la lengua haya obstruido momentáneamente su paso tocando con el dorso la zona de los alveolos superiores en el paladar .


Aprovechando esta particularidad articulatoria, las palabras que contienen la ch- son muy onomatopéyicas (imitan el sonido de la realidad que describen): chocar, chispa, chapotear, chasquido, cuchichear...


La más expresiva es para mí la palabra ¡achís!, que acompaña involuntariamente al estornudo. Otra palabra curiosa que hallaréis en el diccionario es chsss... que se usa cuando pedimos silencio con nuestro dedo extendido delante de los labios o cuando llamamos la atención de alguien sin decir su nombre.


Hay algunas que se han especializado en imitar fonemas de otras lenguas que se pronuncian de forma parecida. La mayoría proceden de la ch- francesa: chalé, champán, champiñón, chantaje, chalota, chantillí, chaqueta, chasis, chic, chófer... También de la ch- o sh- inglesa (champú, cheque), de la tx vasca: chacolí, changurro, chistu..., la ce-/ci- italiana (curiosamente esta lengua utiliza la h detrás de c para evitar su palatalización y che-/chi- suenan /ke/ y /ki/ en italiano: Cherubini), y otras transcripciones de lenguas eslavas como Checo, Chaikovski...

Si añadimos todos los americanismos del diccionario panhispánico (con sus variantes de pronunciación o alófonos y su extenso vocabulario), llegaremos a la conclusión de que esta letra tiene un valor universalizador nada desdeñable y que merece la pena descubrir. ¡Viajad por los diccionarios!