domingo, 27 de diciembre de 2009

Con la K: Koiné



Desconocida para Antonio de Nebrija, "peregrina y superflua" para Gregori Maians, expulsada del alfabeto por la RAE en 1815 y readmitida en 1869, la k es actualmente un rasgo de identidad o procedencia de algunas palabras "extrañas" o "exóticas" de nuestro diccionario.

La letra K/k aparece en palabras adoptadas por el castellano, "procedentes de otras lenguas en las que se ha buscado respetar la ortografía originaria, o en voces transcritas de lenguas que emplean alfabetos no latinos, como el griego, el japonés o el ruso: káiser, kappa, karaoke, kermés, kilo-, kiwi, Kremlin, kriptón, kurdo, anorak, búnker. Muchas de ellas pueden también escribirse con c o con qu, como quermés, quimono, criptón o curdo." (RAE, Diccionario panhispánico de dudas, 1ª edición)

Al margen del uso ideológico de la grafía K que han adoptado diversos movimientos anarquistas o revolucionarios -por ejemplo en la jerga okupa-, defiendo el uso de esta grafía como una forma de empatía, de integración y respeto hacia otras culturas, más que por una razón lingüística o filológica, aunque su trascendencia en el conjunto del léxico sea casi anecdótica.

Con esta inicial foránea designamos precisamente la lengua común compartida por los hablantes de distintas variedades idiomáticas: la koiné.

En época helenística se llamó koiné al griego procedente del dialecto ático que compartían la clase culta, los mercaderes y los emigrantes. Esta variante fue extendiéndose a las áreas de influencia de la cultura griega. Las aportaciones de las lenguas en contacto de otros pueblos fueron transformándola y la convirtieron en una variante muy innovadora, alejada del ático más clásico que defendían los puristas.

Esta aportación de elementos extraños a una variante lingüística, que se acaba convirtiendo en el dialecto compartido por todos, es un fenómeno recurrente en otras muchas lenguas a lo largo de la historia de la humanidad -como ocurre actualmente con el inglés-.

Así, la vieja K de origen fenicio (emparentada con el jeroglífico egipcio que representa una mano en forma de cuenco para beber) sigue uniendo, en la palabra koiné, pueblos que hablan lenguas distintas, sin tener que renunciar a ellas.

Y para terminar el artículo (y el año 2009), os dejo unas K esparcidas en imágenes y Haikus:



Me compré un tango
en el kiosco de adioses
del aeropuerto.

...

Me gustaría
que el año comenzara
todos los sábados

(Rincón de haikus, Mario Benedetti, Madrid: Visor, 1999; México: Alfaguara, 1999).

domingo, 25 de octubre de 2009

Con la J: Jaleo



Con esta genuina letra del español (desconocida fonéticamente en las otras lenguas románicas) se baila y se canta:
La jota:
(2).
(Del antiguo xota, este del mozárabe *šáwta, salto, y este derivado del latín saltāre, bailar).
1. f. Baile popular propio de Aragón, usado también en otras regiones de España.
2. f. Música con que se acompaña este baile.
3. f. Copla que se canta con esta música, formada generalmente de cuatro versos octosílabos.
(Diccionario de la RAE)

Así que este podría haber sido un artículo jocoso. Sin embargo, sé que a los alumnos no les divierte la Jota; más bien la temen, porque esta grafía acarrea grandes dudas ortográficas en competencia con la grafía G (y por ello la consiguiente penalización en la nota de sus trabajos escritos). Si tenéis dudas, echad un vistazo a esta ficha en Kalipedia.

En fin, que preparar este artículo sobre la J podía derivar en un auténtico JALEO (en varias de sus acepciones):

4. m. coloq. Diversión bulliciosa.
5. m. coloq. Alboroto, tumulto, pendencia.
6. m. coloq. Confusión, desorden.
(Diccionario de la RAE)

La Real Academia Española mantiene la norma para el uso distintivo de esta grafía, la J, basándose en la etimología de las palabras; pero algunos escritores han defendido eliminar este conflicto entre G/J (ante -e/-i) en favor de la segunda, en un afán simplificador destinado a los usuarios del idioma: cuando fonéticamente suenan igual, mejor eliminar la diferencia.

Y no se trata de autores de tres al cuarto que no sepan ni jota: hablamos, entre otros, de dos Premios Nobel de Literatura: Juan Ramón Jiménez, premiado en 1956, quien exhibía su desacuerdo en la inicial de su apellido y como norma en todas las publicaciones de sus textos ("Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas...!); y Gabriel García Márquez, a su vez galardonado en 1982, quien se atrevió a defender su rebeldía frente a la Academia nada menos que en el discurso de apertura del I Congreso Internacional de Lengua Española en Zacatecas, Mexico, el año 1997.

Os invito a leer el texto íntegro de su intervención donde propone simplificar la ortografía: Botella al mar para el dios de las palabras. La polémica está servida.

También recomiendo su artículo obituario La mujer que escribió un diccionario, dedicado a María Moliner, a quien quiso conocer infructuosamente en 1981, unas semanas antes de que la enfermedad se la llevara para siempre (publicado por El País el 10 de febrero de ese mismo año).

En cuanto a Juan Ramón, siempre es agradable regresar a su Lírica de una Atlántida, a su Platero y yo o a cualquiera de sus Antolojías (recuerdo la edición de Aurora Albornoz que me prestó un amigo para una de nuestras lecturas obligatorias de COU; el libro cayó accidentalmente dentro de un barreño de grasa para maquinaria: al rescatarlo, bajo su oscura cubierta, las hojas se habían transformado en esquelas, con un luctuoso marco negro que alcanzaba los márgenes justo hasta donde empezaba el texto impreso, en el centro de cada página...).

Anécdotas aparte, quería presentaros el sitio oficial de la Fundación Zenobia - Juan Ramón Jiménez , un rincón de la web donde navegar no sólo por la vida y obra del poeta, sino también por la de su fascinante y culta esposa, Zenobia Camprubí Aymar, quien rescataba a Juan Ramón de sus crisis depresivas y lo protegía de sus propios temores. Ella le inspiró su mejor poesía: Diario de un poeta recién casado. Francamente, un delicioso hallazgo que vale la pena compartir.

Os dejo con los versos de Juan Ramón en el más breve e intenso poema que jamás se escribió. Su sentido último: la simplicidad.

¡No le toques ya más,
que así es la rosa!

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Con la I: Iluminar, Inventar, Imaginar...


La primera letra del alfabeto con apellido: I LATINA.


Podría haber aprovechado esta excusa, como suelo hacer siempre, para hablar del origen etimológico de las grafías I/Y; o de su frecuente confusión con la cifra romana I (uno) en algunas tipografías y de la conveniencia de usar el número con "caja baja" de imprenta cuando escribimos los siglos; o recordar algo del famoso cuadro de evolución de la "yod" y sus efectos, que era pregunta ineludible en los exámenes de Dialectología y Gramática Histórica en mis años de estudiante de Filología... Demasiado aburrido.


Después pensé en algo más exótico y me puse a investigar sobre los IDEOGRAMAS de la escritura japonesa. Hallé una imagen de la I, que se traduciría como Espíritu, Ser, Voluntad... Demasiado complicado.


También se me había ocurrido poner los puntos sobre las íes acerca de palabras castellanas de escritura y pronunciación dudosa como "Idiosincrasia", cuya peculiar terminación en -asia (que no -acia) siempre me ha sonado a andaluz seseante; o podría haberme acercado al prefijo negativo in- y sus variantes ortográficas (i-, im-)... Demasiado normativo.


Así que decidí echarle imaginación e ignorar mi inclinación hacia la Lingüística, para intentar igualar la entrada sobre Greguerías, que tanto éxito ha tenido. Esta vez, las ilustraciones con que intento iluminar mis artículos son un regalo de mis alumnos de 2º de ESO B del pasado curso. Bueno, me he permitido la licencia de llamarlas Poesía visual, pero ellos ya han aprendido que son caligramas...


En estos tiempos en los que la creatividad de nuestros niños y jóvenes parece sufrir una cierta atrofia, yo sigo retando a los estudiantes a que se atrevan a inventar, a imaginar... ¡Y siempre funciona!






jueves, 28 de mayo de 2009

Con la H: la muda que habla


La letra hache del idioma español no representa un sonido; como mucho, es una aspiración... Diríamos que "aspira" a ser consonante, como heredera de la F- latina que fue en el pasado, o como compañera de la consonante C (por ejemplo en la Ch- que ya vimos).

Metáforas aparte, la H se considera letra muda en la península -excepto en Andalucía y Extremadura-, así que, aprovecho esta circunstancia tan peculiar y exclusiva de esta letra para hablaros de una lengua -o lenguaje- que no tiene sonidos: la LSE, es decir, la Lengua de Signos Española.

El lenguaje de signos es un sistema de comunicación basado en signos manuales/gestuales más o menos espontáneos. Incluye también un alfabeto dactilológico, en el que cada letra es sustituída por un signo. Sin embargo, la LS comprende al menos unas cincuenta lenguas prácticamente ininteligibles entre sí (por ejemplo la americana y la española) y numerosos dialectos, algunos de los cuales coexisten dentro de una misma ciudad. Es una lengua viva que está en continua renovación, incorporándose neologismos a medida que se van necesitando.

Hasta el 15 de enero de 2006 no se reconoció en España como oficial la LSE. Esta era una reivindicación històrica de la comunidad sorda y los discapacitados auditivos o personas sordociegas que diariamente se encuentran con barreras de comunicación infranqueables. La nueva normativa pretende facilitar el aprendizaje de esta lengua en la escuela y permitirá a los sordos solicitar intérpretes en los servicios y ámbitos públicos y privados (como centros sanitarios, culturales, de ocio, transportes públicos, participación política y medios de comunicación).

Os animo a que contactéis con las asociaciones como FIBESORD o AAS para la integración de las personas sordas, que imparten cursos de formación en LSE, y os inscribáis en alguno de ellos. La experiencia de compartir el lenguaje gestual y el silencio es muy enriquecedora a la par que entretenida. ¡Ah! eso sí, ¡es imposible tomar apuntes!


jueves, 2 de abril de 2009

Con la G: Greguería













Las Greguerías son, quizá, la creación más conocida del escritor vanguardista Ramón Gómez de la Serna. Empezó a escribirlas en 1910, publicadas en prensa, recopiladas en varias ocasiones, insertadas en sus obras... La fórmula que los profesores hemos repetido a cada generación de alumnos en nuestras aulas es:

Metáfora + Humor = GREGUERÍA

Ramón, como se le conocía en Europa y Latinoamérica, las definía como "fatales exclamaciones de las cosas y del alma al tropezar entre sí por pura casualidad."

Hay un aspecto subconsciente en la greguería que entronca con el Surrealismo, al que hay que añadir la impronta ocurrente y genial que algunos críticos han relacionado con los conceptistas barrocos Quevedo o Gracián. Es más, la greguería podría inscribirse dentro del género de la poesía epigramática por su brevedad, por el ingenio y el uso figurado del lenguaje que exhibe.

La observación de la realidad (con los cinco sentidos), la reflexión filosófica entorno a lo cotidiano, la poesía de las cosas intrascendentes, el mundo de los sueños, junto con una actitud vital lúdica como forma de acercamiento a la verdad, más allá de las apariencias, constituyen una revolución estilística idónea para trabajar en el aula y para acercarse a creación literaria desde una perspectiva didáctica.

Teniendo en cuenta la omnipresencia de lo visual en nuestra cultura moderna, propuse a mis alumnos de 2º de la ESO que intentaran crear sus propias greguerías a partir de asociaciones de ideas que les resultaran curiosas. Yo me encargaba de ilustrarlas con imágenes.

Las metáforas visuales que surgieron fueron muchas y muy diversas. Algunas divertidas, otras muy poéticas y hermosas... Además, lo pasaron bien trabajando con las posibilidades que les ofrecía el lenguaje y las figuras literarias (que antes tan solo habían observado en textos ajenos). He seleccionado algunos ejemplos para publicar aquí, en reconocimiento a su ingenio y esfuerzos.




Los objetos cotidianos:


La naturaleza:

Los números:

Los animales:

Homenaje a Ramón:

Créditos:

No os perdáis estos enlaces:

sábado, 14 de marzo de 2009

Con la F: Febrero




















Pasó este mes menguante sin una sola palabra para este cuaderno. He meditado sobre el sentido de su existencia.

Pensé que no estaba cumpliendo el fin para el que nació, y pensé que había llegado a su fin.

Los alumnos, definitivamente, no visitan este Blog. Los espacios para comentarios están yermos (salvo alguna adorable voz amiga que aflora discreta para animarme... Gracias). A punto de echar ya el cierre, amanece un día soleado y recojo mis ganas para saltar a la siguiente casilla del alfabeto: la F.

Replanteo la finalidad de este sitio y abro de nuevo esta ventana de par en par, para que os asoméis l@s que no andáis angustiad@s por el estudio, las metas, los exámenes, las prisas: compañer@s que queráis recrearos en estos pequeños "lugares comunes" que se descuelgan entre las líneas de un libro, o que saltan al aire en nuestras conversaciones.


L@s alumn@s que se atrevan a entrar aquí, seran igualmente bienvenidos.

Y ahora, el artículo.





















Familia léxica

Del mismo modo que ocurre con nuestros cosanguíneos, las palabras que comparten la base de su significado, el rasgo de identidad esencial, básico, se agrupan formando familias. La parte común que alberga el significado es el LEXEMA. Este es invariable. Los elementos diferenciadores del significado y que hacen variar su forma y/o categoría gramatical son los MORFEMAS.

Estos últimos pueden aparecer delante (prefijos) o detrás (sufijos) del lexema, entre lexema y sufijos (infijos o interfijos) e incluso combinarse entre sí para formar palabras nuevas. Este procedimiento, que es el más habitual, es la derivación:

  • familia - familiar - familiaridad - familiarizarse...

  • feliz - felicidad - felicitar - felizmente - infeliz - infelicidad - felicitación...

Gracias a ello, podemos, a partir de un número limitado de elementos, ampliar infinitamente (al menos en teoría) el léxico de una lengua (segunda articulación del lenguaje, según Martinet). Claro que hay otras posibilidades: combinar lexemas (composición), ambos procedimientos a la vez (parasíntesis) o las económicas siglas y acortamientos de palabras.

Las familias léxicas nos ayudan a crear significados nuevos, pero también a indagar sobre los más antiguos, gracias al parentesco. Hallar los rasgos comunes del significado nos acerca al origen, al abolengo, es decir, a la etimología de las palabras.

Nada mejor para comprobarlo que pasearse por el Diccionario de Uso María Moliner. En él se combina la ordenación alfabética con la agrupación por familia léxica del vocabulario en uso de la Lengua Española, incluyendo voces dialectales históricas y contemporáneas, así como del español de América.

Abridlo por la letra F: fa- Raíz del latín "fari", hablar, derivado del griego "phemí", íd. de la misma raíz que "phaino", brillar.

Y detrás del consabido "Véase", aparece el séquito de hermanos y hermanas, primos y primas, sobrinos, sobrinas y demás parientes cercanos y lejanos: "fablar, fábula, facundo, fama, fantoche, fasto, fatuo, fem-, fen-, hablar, hado; afable, afamar, afasia, afemia, confesar, difamar, disfasia, eufemismo, inefable, infame, infante, nefando, nefario, nefasto, prefacio, profesar, profesor, profeta; y la enigmática gazafatón.

¿A que es sorprendente encontrar reunidas todas estas palabras bajo el mismo árbol genealógico?

Sin duda, un diccionario para tener en casa y para aprender más allá de las definiciones.