domingo, 25 de octubre de 2009

Con la J: Jaleo



Con esta genuina letra del español (desconocida fonéticamente en las otras lenguas románicas) se baila y se canta:
La jota:
(2).
(Del antiguo xota, este del mozárabe *šáwta, salto, y este derivado del latín saltāre, bailar).
1. f. Baile popular propio de Aragón, usado también en otras regiones de España.
2. f. Música con que se acompaña este baile.
3. f. Copla que se canta con esta música, formada generalmente de cuatro versos octosílabos.
(Diccionario de la RAE)

Así que este podría haber sido un artículo jocoso. Sin embargo, sé que a los alumnos no les divierte la Jota; más bien la temen, porque esta grafía acarrea grandes dudas ortográficas en competencia con la grafía G (y por ello la consiguiente penalización en la nota de sus trabajos escritos). Si tenéis dudas, echad un vistazo a esta ficha en Kalipedia.

En fin, que preparar este artículo sobre la J podía derivar en un auténtico JALEO (en varias de sus acepciones):

4. m. coloq. Diversión bulliciosa.
5. m. coloq. Alboroto, tumulto, pendencia.
6. m. coloq. Confusión, desorden.
(Diccionario de la RAE)

La Real Academia Española mantiene la norma para el uso distintivo de esta grafía, la J, basándose en la etimología de las palabras; pero algunos escritores han defendido eliminar este conflicto entre G/J (ante -e/-i) en favor de la segunda, en un afán simplificador destinado a los usuarios del idioma: cuando fonéticamente suenan igual, mejor eliminar la diferencia.

Y no se trata de autores de tres al cuarto que no sepan ni jota: hablamos, entre otros, de dos Premios Nobel de Literatura: Juan Ramón Jiménez, premiado en 1956, quien exhibía su desacuerdo en la inicial de su apellido y como norma en todas las publicaciones de sus textos ("Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas...!); y Gabriel García Márquez, a su vez galardonado en 1982, quien se atrevió a defender su rebeldía frente a la Academia nada menos que en el discurso de apertura del I Congreso Internacional de Lengua Española en Zacatecas, Mexico, el año 1997.

Os invito a leer el texto íntegro de su intervención donde propone simplificar la ortografía: Botella al mar para el dios de las palabras. La polémica está servida.

También recomiendo su artículo obituario La mujer que escribió un diccionario, dedicado a María Moliner, a quien quiso conocer infructuosamente en 1981, unas semanas antes de que la enfermedad se la llevara para siempre (publicado por El País el 10 de febrero de ese mismo año).

En cuanto a Juan Ramón, siempre es agradable regresar a su Lírica de una Atlántida, a su Platero y yo o a cualquiera de sus Antolojías (recuerdo la edición de Aurora Albornoz que me prestó un amigo para una de nuestras lecturas obligatorias de COU; el libro cayó accidentalmente dentro de un barreño de grasa para maquinaria: al rescatarlo, bajo su oscura cubierta, las hojas se habían transformado en esquelas, con un luctuoso marco negro que alcanzaba los márgenes justo hasta donde empezaba el texto impreso, en el centro de cada página...).

Anécdotas aparte, quería presentaros el sitio oficial de la Fundación Zenobia - Juan Ramón Jiménez , un rincón de la web donde navegar no sólo por la vida y obra del poeta, sino también por la de su fascinante y culta esposa, Zenobia Camprubí Aymar, quien rescataba a Juan Ramón de sus crisis depresivas y lo protegía de sus propios temores. Ella le inspiró su mejor poesía: Diario de un poeta recién casado. Francamente, un delicioso hallazgo que vale la pena compartir.

Os dejo con los versos de Juan Ramón en el más breve e intenso poema que jamás se escribió. Su sentido último: la simplicidad.

¡No le toques ya más,
que así es la rosa!

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