miércoles, 23 de septiembre de 2009

Con la I: Iluminar, Inventar, Imaginar...


La primera letra del alfabeto con apellido: I LATINA.


Podría haber aprovechado esta excusa, como suelo hacer siempre, para hablar del origen etimológico de las grafías I/Y; o de su frecuente confusión con la cifra romana I (uno) en algunas tipografías y de la conveniencia de usar el número con "caja baja" de imprenta cuando escribimos los siglos; o recordar algo del famoso cuadro de evolución de la "yod" y sus efectos, que era pregunta ineludible en los exámenes de Dialectología y Gramática Histórica en mis años de estudiante de Filología... Demasiado aburrido.


Después pensé en algo más exótico y me puse a investigar sobre los IDEOGRAMAS de la escritura japonesa. Hallé una imagen de la I, que se traduciría como Espíritu, Ser, Voluntad... Demasiado complicado.


También se me había ocurrido poner los puntos sobre las íes acerca de palabras castellanas de escritura y pronunciación dudosa como "Idiosincrasia", cuya peculiar terminación en -asia (que no -acia) siempre me ha sonado a andaluz seseante; o podría haberme acercado al prefijo negativo in- y sus variantes ortográficas (i-, im-)... Demasiado normativo.


Así que decidí echarle imaginación e ignorar mi inclinación hacia la Lingüística, para intentar igualar la entrada sobre Greguerías, que tanto éxito ha tenido. Esta vez, las ilustraciones con que intento iluminar mis artículos son un regalo de mis alumnos de 2º de ESO B del pasado curso. Bueno, me he permitido la licencia de llamarlas Poesía visual, pero ellos ya han aprendido que son caligramas...


En estos tiempos en los que la creatividad de nuestros niños y jóvenes parece sufrir una cierta atrofia, yo sigo retando a los estudiantes a que se atrevan a inventar, a imaginar... ¡Y siempre funciona!






jueves, 28 de mayo de 2009

Con la H: la muda que habla


La letra hache del idioma español no representa un sonido; como mucho, es una aspiración... Diríamos que "aspira" a ser consonante, como heredera de la F- latina que fue en el pasado, o como compañera de la consonante C (por ejemplo en la Ch- que ya vimos).

Metáforas aparte, la H se considera letra muda en la península -excepto en Andalucía y Extremadura-, así que, aprovecho esta circunstancia tan peculiar y exclusiva de esta letra para hablaros de una lengua -o lenguaje- que no tiene sonidos: la LSE, es decir, la Lengua de Signos Española.

El lenguaje de signos es un sistema de comunicación basado en signos manuales/gestuales más o menos espontáneos. Incluye también un alfabeto dactilológico, en el que cada letra es sustituída por un signo. Sin embargo, la LS comprende al menos unas cincuenta lenguas prácticamente ininteligibles entre sí (por ejemplo la americana y la española) y numerosos dialectos, algunos de los cuales coexisten dentro de una misma ciudad. Es una lengua viva que está en continua renovación, incorporándose neologismos a medida que se van necesitando.

Hasta el 15 de enero de 2006 no se reconoció en España como oficial la LSE. Esta era una reivindicación històrica de la comunidad sorda y los discapacitados auditivos o personas sordociegas que diariamente se encuentran con barreras de comunicación infranqueables. La nueva normativa pretende facilitar el aprendizaje de esta lengua en la escuela y permitirá a los sordos solicitar intérpretes en los servicios y ámbitos públicos y privados (como centros sanitarios, culturales, de ocio, transportes públicos, participación política y medios de comunicación).

Os animo a que contactéis con las asociaciones como FIBESORD o AAS para la integración de las personas sordas, que imparten cursos de formación en LSE, y os inscribáis en alguno de ellos. La experiencia de compartir el lenguaje gestual y el silencio es muy enriquecedora a la par que entretenida. ¡Ah! eso sí, ¡es imposible tomar apuntes!


jueves, 2 de abril de 2009

Con la G: Greguería













Las Greguerías son, quizá, la creación más conocida del escritor vanguardista Ramón Gómez de la Serna. Empezó a escribirlas en 1910, publicadas en prensa, recopiladas en varias ocasiones, insertadas en sus obras... La fórmula que los profesores hemos repetido a cada generación de alumnos en nuestras aulas es:

Metáfora + Humor = GREGUERÍA

Ramón, como se le conocía en Europa y Latinoamérica, las definía como "fatales exclamaciones de las cosas y del alma al tropezar entre sí por pura casualidad."

Hay un aspecto subconsciente en la greguería que entronca con el Surrealismo, al que hay que añadir la impronta ocurrente y genial que algunos críticos han relacionado con los conceptistas barrocos Quevedo o Gracián. Es más, la greguería podría inscribirse dentro del género de la poesía epigramática por su brevedad, por el ingenio y el uso figurado del lenguaje que exhibe.

La observación de la realidad (con los cinco sentidos), la reflexión filosófica entorno a lo cotidiano, la poesía de las cosas intrascendentes, el mundo de los sueños, junto con una actitud vital lúdica como forma de acercamiento a la verdad, más allá de las apariencias, constituyen una revolución estilística idónea para trabajar en el aula y para acercarse a creación literaria desde una perspectiva didáctica.

Teniendo en cuenta la omnipresencia de lo visual en nuestra cultura moderna, propuse a mis alumnos de 2º de la ESO que intentaran crear sus propias greguerías a partir de asociaciones de ideas que les resultaran curiosas. Yo me encargaba de ilustrarlas con imágenes.

Las metáforas visuales que surgieron fueron muchas y muy diversas. Algunas divertidas, otras muy poéticas y hermosas... Además, lo pasaron bien trabajando con las posibilidades que les ofrecía el lenguaje y las figuras literarias (que antes tan solo habían observado en textos ajenos). He seleccionado algunos ejemplos para publicar aquí, en reconocimiento a su ingenio y esfuerzos.




Los objetos cotidianos:


La naturaleza:

Los números:

Los animales:

Homenaje a Ramón:

Créditos:

No os perdáis estos enlaces:

sábado, 14 de marzo de 2009

Con la F: Febrero




















Pasó este mes menguante sin una sola palabra para este cuaderno. He meditado sobre el sentido de su existencia.

Pensé que no estaba cumpliendo el fin para el que nació, y pensé que había llegado a su fin.

Los alumnos, definitivamente, no visitan este Blog. Los espacios para comentarios están yermos (salvo alguna adorable voz amiga que aflora discreta para animarme... Gracias). A punto de echar ya el cierre, amanece un día soleado y recojo mis ganas para saltar a la siguiente casilla del alfabeto: la F.

Replanteo la finalidad de este sitio y abro de nuevo esta ventana de par en par, para que os asoméis l@s que no andáis angustiad@s por el estudio, las metas, los exámenes, las prisas: compañer@s que queráis recrearos en estos pequeños "lugares comunes" que se descuelgan entre las líneas de un libro, o que saltan al aire en nuestras conversaciones.


L@s alumn@s que se atrevan a entrar aquí, seran igualmente bienvenidos.

Y ahora, el artículo.





















Familia léxica

Del mismo modo que ocurre con nuestros cosanguíneos, las palabras que comparten la base de su significado, el rasgo de identidad esencial, básico, se agrupan formando familias. La parte común que alberga el significado es el LEXEMA. Este es invariable. Los elementos diferenciadores del significado y que hacen variar su forma y/o categoría gramatical son los MORFEMAS.

Estos últimos pueden aparecer delante (prefijos) o detrás (sufijos) del lexema, entre lexema y sufijos (infijos o interfijos) e incluso combinarse entre sí para formar palabras nuevas. Este procedimiento, que es el más habitual, es la derivación:

  • familia - familiar - familiaridad - familiarizarse...

  • feliz - felicidad - felicitar - felizmente - infeliz - infelicidad - felicitación...

Gracias a ello, podemos, a partir de un número limitado de elementos, ampliar infinitamente (al menos en teoría) el léxico de una lengua (segunda articulación del lenguaje, según Martinet). Claro que hay otras posibilidades: combinar lexemas (composición), ambos procedimientos a la vez (parasíntesis) o las económicas siglas y acortamientos de palabras.

Las familias léxicas nos ayudan a crear significados nuevos, pero también a indagar sobre los más antiguos, gracias al parentesco. Hallar los rasgos comunes del significado nos acerca al origen, al abolengo, es decir, a la etimología de las palabras.

Nada mejor para comprobarlo que pasearse por el Diccionario de Uso María Moliner. En él se combina la ordenación alfabética con la agrupación por familia léxica del vocabulario en uso de la Lengua Española, incluyendo voces dialectales históricas y contemporáneas, así como del español de América.

Abridlo por la letra F: fa- Raíz del latín "fari", hablar, derivado del griego "phemí", íd. de la misma raíz que "phaino", brillar.

Y detrás del consabido "Véase", aparece el séquito de hermanos y hermanas, primos y primas, sobrinos, sobrinas y demás parientes cercanos y lejanos: "fablar, fábula, facundo, fama, fantoche, fasto, fatuo, fem-, fen-, hablar, hado; afable, afamar, afasia, afemia, confesar, difamar, disfasia, eufemismo, inefable, infame, infante, nefando, nefario, nefasto, prefacio, profesar, profesor, profeta; y la enigmática gazafatón.

¿A que es sorprendente encontrar reunidas todas estas palabras bajo el mismo árbol genealógico?

Sin duda, un diccionario para tener en casa y para aprender más allá de las definiciones.

lunes, 26 de enero de 2009

Con la E: Égloga



Antes que nada, advierto a los aguerridos internautas que consulten este artículo, que me ha quedado un poco largo. A veces me entusiasmo con un tema y no sé dónde cortar... Espero sea lo suficientemente "ameno" como para llevaros hasta el final. Porque de amoenus va el asunto...

La Égloga es uno de los principales subgéneros de la lírica (género literario en el que predomina la expresión subjetiva de emociones). La Égloga describe la belleza del campo y expresa sentimientos amorosos puestos en boca de pastores. En ella hallamos el tópico clásico revisitado del locus amoenus ("lugar placentero"), descripción idealizada de la naturaleza, con elementos naturales que se repiten (prado, sombra, aves cantoras, arroyo cristalino...) y que tienen el objetivo de crear el ambiente perfecto, idílico, el bíblico Edén.

La presencia de este lugar común se mantiene a lo largo de la historia de la literatura occidental. En el 37 a.C. el poeta Virgilio escribe las Églogas o Bucólicas exaltando la vida pastoril, a imitación de Teócrito en su obra Idilios. Bocaccio sitúa a los narradores de su Decamerón en un paraíso similar...


Pero la Égloga es, sobre todo, un subgénero del Renacimiento. En este movimiento cultural, que se desarrolla durante el siglo XIV en Italia y en el XVI en España, resurge la cultura clásica ("Renacimiento", de renacer, "volver a nacer"), olvidada durante la Edad Media. Por ello se rescatan y difunden los temas y tópicos grecolatinos, que se toman como modelos.

El espíritu humanista europeo de esta época se basa en una nueva concepción del mundo, cuyos rasgos distintivos son la concepción de este como un lugar bello y placentero, digno de ser disfrutado en plenitud, donde el hombre es el centro y medida (antropocentrismo) y se halla en perfecta armonía con la naturaleza. Así que, ya tenemos los ingredientes básicos de una Égloga: sentimientos + naturaleza (el locus amoenus).
















Coloquio pastoril (Museo del Prado)
David Teniers, "El Joven"

(Amberes, 1610-Bruselas, 1690)

A estos temas se suman las formas métricas que, por influencia italiana, llegan a nuestra poesía: principalmente versos heptasílabos (7 sílabas) y endecasílabos (11 sílabas), y estrofas como los cuartetos y tercetos, además de composiciones como la lira o el soneto.


El principal adaptador de los temas clásicos y de la métrica italiana a la lengua castellana fue Garcilaso de la Vega. Su biografía es realmente novelesca, dada su doble condición de soldado y hombre de letras (el prototipo de perfecto cortesano renacentista). De ella, lo más interesante para el tema que nos ocupa es que, tras casarse con Elena de Zúñiga, se enamoró platónicamente de otra mujer, Isabel Freire, una dama portuguesa que se convertiría en su musa y a la que dedicaría su poesía amorosa. Nunca fue correspondido.

Así pues, cuando en la Égloga I el pastor Salicio se queja de la indiferencia de su amada Galatea, y cuando Nemoroso evoca su amor a Elisa y expresa el dolor por su pérdida, hallamos al propio Garcilaso revelándonos su desengaño amoroso y el dolor ante la muerte de Isabel (simbolizada en Galatea y Elisa):


SALICIO

[...]

Con mi llorar las piedras enternecen
su natural dureza y la quebrantan;
los árboles parece que s’inclinan;
las aves que m’escuchan, cuando cantan,
con diferente voz se condolecen
y mi morir cantando m’adevinan;
las fieras que reclinan
su cuerpo fatigado
dejan el sosegado
sueño por escuchar mi llanto triste:
tú sola contra mí t’endureciste,
los ojos aun siquiera no volviendo
a los que tú hiciste
salir, sin duelo, lágrimas corriendo.

[...]

NEMOROSO

Corrientes aguas puras, cristalinas,
árboles que os estáis mirando en ellas,
verde prado de fresca sombra lleno,
aves que aquí sembráis vuestras querellas,
hiedra que por los árboles caminas,
torciendo el paso por su verde seno:
yo me vi tan ajeno
del grave mal que siento
que de puro contento
con vuestra soledad me recreaba,
donde con dulce sueño reposaba,
o con el pensamiento discurría
por donde no hallaba
sino memorias llenas d’alegría;


y en este mismo valle, donde agora
me entristezco y me canso en el reposo,
estuve ya contento y descansado.
¡ Oh bien caduco, vano y presuroso!
Acuérdome, durmiendo aquí algún hora,
que, despertando,
a Elisa vi a mi lado.
¡Oh miserable hado!
¡Oh tela delicada,
antes de tiempo dada
a los agudos filos de la muerte!
Más convenible fuera aquesta suerte
a los cansados años de mi vida,
que’s más que’l hierro fuerte,
pues no la ha quebrantado tu partida.

[...]

Como premio a l@s que habéis llegado hasta aquí, os regalo un "locus amoenus" con un poco de música de un compositor inglés (John Dowland) que nació sólo unos años después de la muerte de Garcilaso, y que trata un tema similar al de los versos anteriores. La pieza se titula "Flow My Tears" y está interpretada con instrumentos de la época. Disfrutadlo sin prisas.




LACHRIMAE ANTIQUAE, John DOWLAND (1563-1626).
Música interpretada por HESPÉRION XX (Jordi Savall, Christophe Coin, Sergi Casademunt, Lorenz Duftchmid, Paolo Pandolfo, José Miguel Moreno) Grabación de 1987.

miércoles, 7 de enero de 2009

Con la D: Diptongo *

Os presento a un clásico en las clases de Lengua: el Diptongo
(y, de paso, a sus compañeros de viaje, el triptongo y el hiato).
Cuando dos vocales están en una misma sílaba, decimos que forman un diptongo. Cuando tres vocales se pronuncian en una misma sílaba, decimos que forman un triptongo. Muchas palabras llevan dos vocales contiguas que pertenecen a sílabas distintas y, por tanto, no forman diptongo, sino que constituyen un hiato. A efectos ortográficos, las combinaciones de dos vocales cerradas distintas (iu, ui) o de una vocal abierta con una cerrada átona (ai, au, ei, eu, oi, ou, ia, ie, io, ua, ue, uo) se consideran siempre diptongos.

Veamos ahora sus normas de acentuación.

Los diptongos y los triptongos

  • Las palabras con diptongo o triptongo siguen las reglas generales de acentuación (agudas, llanas, esdrújulas). La tilde, en caso de que deba llevarla, se coloca sobre la vocal abierta del diptongo o triptongo (a, e, o) o sobre la segunda vocal si las dos vocales del diptongo son cerradas (i, u): amáis, autor, canción, asteroide, deuda, después, cuota, murciélago, lingüística, interviú, estudiéis, averiguáis...
  • Los diptongos o triptongos acabados en y no llevan tilde: guirigay, Uruguay...
  • La h intercalada entre dos vocales no influye en su pronunciación como diptongo o hiato y, por tanto, no afecta a su acentuación: prohi-bir (diptongo), pro-hí-bo (hiato).
Los hiatos
  • Los hiatos formados por una vocal abierta átona (a, e, o) y una vocal cerrada tónica (i, u) llevan tilde siempre: caí, tahúr, ataúd, reímos, reúno, oí, sabía, atenúan, sonríen...

  • El resto de combinaciones entre vocales (dos vocales abiertas distintas: caótico, leamos, loable, toalla...; dos vocales iguales: zoólogo, leemos, chiita...) siguen las normas generales de acentuación.
  • En cambio, se suprime la tilde si las dos vocales que se juntan son ui: jesuita, destruir, fortuito... Esta regla no se cumple con las formas huí, huís, huía y huían del verbo huir.


¿Dió o dio?*


(*) Esta entrada es anterior a la REFORMA de la Ortografía de la Lengua Española de 2010.
Ved aquí las novedades sobre esta cuestión: 
             Eliminación de la tilde


Según las normas académicas (RAE), la combinación de una vocal cerrada seguida de una vocal abierta tónica que se da en palabras como guion, fie, Sion y otras similares puede interpretarse como diptongo o como hiato. En consecuencia, estas palabras pueden escribirse sin tilde (como monosílabas) o con tilde (como bisílabas):


crié - crie
crió -crio
fié - fie
fió - fio
frió - frio
guié -guie
guió -guio
guión -guion
ión -ion
lié -lie
lió -lio
pié -pie
pió -pio
rió -rio
Sión -Sion
truhán -truhan

La Academia también da la posibilidad de poner o no la tilde en las palabras que contengan un triptongo, tres vocales seguidas. Estas también se pueden considerar como un hiato más un diptongo. Eso ocurre especialmente al conjugar la segunda persona del plural en presente de indicativo en ciertos verbos:

criáis - criais
criéis - crieis
fiáis - fiais
friáis - friais
guiáis - guiais
guiéis - guieis
liáis - liais
liéis - lieis
piáis - piais
riáis - riais
Espero que saquéis el máximo rendimiento a estas normas mínimas, para que las tildes aterricen fácilmente en la vocal que les corresponda.
Y no os fiéis demasiado de los correctores automáticos: frecuentemente hay que ayudarles a decidir cuál es la opción correcta.


Algo más
A instancias de un buen amigo, añado aquí unas aclaraciones sobre el grado superlativo de algunos adjetivos.
Pensaréis: "Y ¿qué tiene que ver esto con la letra D?". En principio, nada. Pero resulta que, ordenando mis apuntes, descubro que las dudas que nos planteábamos se refieren a palabras que mantienen una forma culta y otra popular o coloquial, donde alternan muchos de los Dúos de vocales que llamamos diptongos.
El superlativo nos permite expresar una cualidad del adjetivo que se posee en grado máximo. Para ello usamos la forma analítica (muy + adjetivo positivo: muy contento/a) o la sintética, mediante el sufijo -ísimo/a (o -bilísimo/a) (contentísimo/a, amabilísimo/a) o la forma culta -érrimo/a (celebérrimo).

Diversos superlativos en -ísimo/a mantienen doble forma:


amigo>amicísimo/amiguísimo
bueno>bonísimo/buenísimo
cierto>certísimo/ciertísimo
diestro>destrísimo/diestrísimo
fuerte>fortísimo/fuertísimo
reciente>recentísmo/recientísmo
simple>simplicísimo/simplísimo...

En las parejas anteriores donde alternan una vocal y un diptongo (o>ue, e>ie, e>ue), es preferible elegir la forma con una sola vocal (más simple y cercana a la forma latina) para un registro formal y culto, y dejar la variante diptongada (más moderna) únicamente para el registro coloquial.

También podemos optar, en algunos adjetivos especiales, por formas cultas latinas de grado superlativo: óptimo (por muy bueno, bonísimo o buenísimo), pésimo (ídem. de malo), ínfimo (de inferior), etc.

Y, en todos los casos, intentemos dejar descansar al prefijo super- que, aunque correcto, lamentablemente, ha acabado utilizándose en todos los casos (supercontento, superbueno, supertímido...), con el consiguiente empobrecimiento de nuestro vocabulario.


(NOTA AL PIE: Que me disculpen D'Anunzio, Dante, Darío, Delibes, Diego, Dinesen, Dostoiesvski, Durás y otras almas literarias que residen en este apartado de mi diccionario, por no haberlos escogido para este artículo...
Ya encontraré una nueva ocasión.)